Introdución:
Aceptación para con Dios
Vivimos
en una época en que las diferencias básicas entre las enseñazas Católicas y Protestantes tienen poco significado en las
mentes de las masas. Desde su división hace casi 500 años se han desenfocado
las diferencias y nos interrogamos el por qué de conflictos como el del Norte
de Irlanda. ¿Se dividió la Iglesia por causa de sentimientos y prejuicios, o
existe una diferencia fundamental entre la doctrina de Roma y la de la Reforma?
Muchos
piensan que las formas externas dan a entender la separación. Pero es necesario
ahondar mas que solo en símbolos e imágenes. El
corazón de la distinción consiste en la comprensión de como una persona es
aceptada por Dios. ¿Tengo que ser cambiado para que Dios me acepte? O, ¿será
que Dios acepta a personas para entonces cambiarlas? La cuestión de aceptación
divina revela los cimientos que dividen al cristianismo, y su contestación
tiene consecuencias eternas.
Antes
de desarrollar el tema lo invitamos a que responda a cuatro preguntas que lo
ayudará a conocer su posición al respecto. Marque (A) o (B); conforme a su
juicio sea la opción correcta. Después de leer el primer artículo coteje
nuevamente sus respuestas, comparándolas con la clave que se halla en la pagina
8.
1. ¿Qué obra me
concede aceptación para con Dios?
A. la obra que Cristo hizo cuando vivió en este mundo
B. la obra que el Espíritu Santo hace en mi vida.
2. ¿Cómo
recibimos la aceptación divina?
A. por medio de nuestra fe y amor
B. por medio de la fe sola
3. ¿Dónde ocurre
la justificación (aceptación divina)?
A. en la experiencia del creyente en la tierra
B. en los atrios de Dios en el cielo
4. ¿Qué
significa el verbo “justificar”?
A. “justificar” significa: declararlo a uno recto
B. “justificar” significa: hacer a uno recto
Los Cristianos sostienen dos posturas básicas. Ambas difieren entre si, aunque utilizan
lenguaje parecido. Analicemos juntos este asunto que divide la iglesia
Cristiana. Primeramente desarollaremos la enseñanza
Católica y entonces la creencia Protestante. Luego examinaremos las diferencias
y las compararemos con lo que la Biblia dice.
Aceptación divina
según el Catolicismo
Muchos
Protestantes mal informados piensan que la Iglesia Católica Romana enseña que
una persona halla aceptación para con Dios por medio de sus buenas obras. Tal
concepto ha confundido a millones en cuanto a la diferencia real entre Roma y
la Reforma.
En
contraste con la opinión popular, la Iglesia Católica enseña que Dios acepta a
una persona por gracia solamente. Ninguna obra humana forma la base de la
aceptación divina sino únicamente la obra gratuita de Dios. Note las palabras
del nuevo Catecismo de la Iglesia
Católica:
“Nuestra justificación es obra de la gracia de Dios. La
gracia es el favor, el auxilio gratuito que Dios nos da para
responder a su llamada: llegar a ser hijos de Dios, hijos adoptivos, partícipes
de la naturaleza divina, de la vida eterna.” Catecismo de la Iglesia Católica, Doubleday, New York, 1997, párrafo
1996, pág. 554.
Desde
su conflicto con los Reformadores Protestantes la iglesia Católica ha mantenido
que la salvación es por gracia. En 1547
enumeró esta posición en los Cánones del
Concilio de Trento:
“Si alguno dice que el hombre puede ser justificado ante
Dios por sus propias obras (sean estas hechas por sus propios poderes naturales
o mediante la enseñanza de la ley, sin la gracia divina por medio de Jesús), el
tal sea anatema.” Sexta Sesión, Canon número 1.
El
mismo énfasis sobre la gracia de Dios en contraste con el mérito humano se nota
en los escritos católicos modernos. En su libro The Theology of Grace el teólogo
católico, Jean Daujat escribe:
“De nosotros mismos no tenemos, y no podemos tener
mérito, virtud o santidad. Es Jesucristo, morando en nosotros, sustituyendo con
su vida de gracia nuestra vida natural y pecaminosa, quien es nuestro mérito y
santidad.” (London, Burns & Gates, 1959), pág. 145.
El
erudito, P. Gregory Stevens OSB, sostiene la misma
posición cuando se opone a la idea de que la justificación es “algo que una
persona podría lograr mediante sus propias buenas obras.” Concluye que “la
justificación es una obra de Dios que se le concede gratuitamente al hombre
fiel como un don divino.” Life
of Grace, (Catholic University of America, Washington, DC, 1963) pág. 32.
En su catecismo doctrinal (Doctrinal Catechism, págs. 138,
139), Esteban Keenan hace esta sorprendente
exposición:
“P. ¿Qué es justificación?
R. Es una gracia
que nos hace amigos de Dios.
P. ¿Puede un
pecador merecer la gracia justificadora?
R. No; no puede
debido a que todas las buenas obras que el pecador haga, mientras se encuentre
en un estado de pecado mortal, no tienen mérito suficiente para justificar...
P. ¿Entonces, por qué nos acusan los protestantes de
creer que el pecador puede merecer la remisión de sus pecados?
R. La causa de esto, tanto como la de muchas otras falsas
acusaciones, es su ignorancia de la doctrina católica.”
El
concepto Católico de la justificación
La
iglesia no enseña que la justificación sea otra cosa que un acto de la gracia
de Dios. Los que imaginan que los teólogos católicos enseñan que el hombre
obtiene la aceptación divina mediante sus propias obras no entienden la fe
católica romana.
En
pocas palabras: el catolicismo enseña que la justificación es un acto renovador
de Dios dentro del individuo. La
iglesia declara que sin este renacimiento, o acto renovador del Espíritu Santo,
una persona nunca puede ser aceptado por Dios. Según
Roma, la renovación del Espíritu capacita al individuo para poseer el amor que
produce la fe. Por consiguiente la justificación es por medio de la fe y el amor. Esta aceptación divina
no es solamente un cambio en la actitud de Dios en el cielo sino una experiencia en la vida del creyente en
la tierra. Para el Católico Romano “justificar” significa “hacer a uno recto”.
Podemos
enumerar estos cuatro puntos de la siguiente manera:
1. La
obra que el Espíritu Santo hace en mí me hace acepto para con Dios.
2.
Recibimos la aceptación divina por medio de la fe motivada por nuestro amor.
3. La
justificación (aceptación divina) ocurre en la experiencia del creyente en la
tierra.
4. El
verbo “justificar” significa: hacer a uno recto.
Las
pruebas de estos cuatro puntos son múltiples, sin embargo, aquí basta enumerar
unas pocas para mostrar que la enseñanza de la Iglesia Católica siempre ha sido
la misma.
1. La obra que
me concede aceptación para con Dios
Dios
solo acepta como hijos a quienes han nacido de nuevo. A menos que el Espíritu
Santo entre en la vida de una persona y la transforme, no puede ser aceptado
por Dios. Esta es la posición oficial de Roma. La sexta sesión del Concilio de
Trento en el capítulo III declaró:
“... si ellos (los hombres) no fueran renacidos en
Cristo, nunca serían justificados, ya que en ese nuevo nacimiento se les
concede, mediante los méritos de su pasión, la gracia por la cual son hechos
justos...”
O,
parafraseando las palabras de Jean Daujat: “El hombre
pecaminoso no puede ser agradable a Dios a menos que primeramente sea
transformado interiormente. Primero Dios tiene que limpiarlo y santificarlo
para que sea aceptado por su Creador.” Op. Cit., pág. 14.
El
nuevo catecismo es claro:
“La gracia santificante nos hace ‘agradables a Dios’.”
“La gracia santificante es el don gratuito que Dios nos
hace de su vida, infundida por el Espíritu Santo en nuestra alma para curarla
del pecado y santificarla.” Catecismo de
la Iglesia Católica, Pár. 2024 y 2023, pág. 561.
2. El medio de
recibir la aceptación divina
La fe
sola no es suficiente para traer la justificación. A menos que sea acompañada
por el amor y el bautismo, la aceptación divina no es concedida: “Porque fe,
sin la adición de esperanza y amor, ni une perfectamente al hombre con Cristo
ni lo hace miembro de Su cuerpo.” Concilio
de Trento, Sexta Sesión, Cap. VII.
P. Gregory Stevens incluye “un amor inicial,”
“un espíritu de pena por el mal hecho,” “el bautismo,” y “el deseo de comenzar
una nueva vida” como parte de la cooperación del hombre para acercarse a la justificación.” (Stevens, Op. Cit. pág. 58).
“La justificación es concedida por el bautismo,
sacramento de fe.” Catecismo de la
Iglesia Católica, Párrafo 1992, pág. 552.
3. El lugar
donde ocurre la justificación
Para
Roma la justificación ocurre en la experiencia del creyente en la tierra. Es
una infusión de virtud, una transformación del individuo.
Los
editores de la Versión Católica Romana Douay de la
Biblia incluyen esta nota sobre Romanos 3 y 4: “La justificación de la cual San
Pablo habla aquí es la infusión de la gracia santificadora.”
El
nuevo catecismo dice:
“La justificación entraña la remisión de los pecados, la
santificación y la renovación del hombre interior.” Párrafo 2019, pág. 560.
El
Concilio de Trento pronuncia una maldición sobre cualquier persona que dice que
los hombres son justificados solamente por imputación o solamente por la
remisión de pecados. Añade que si alguien dice “que la gracia por la cual somos
justificados es únicamente la benevolencia de Dios, sea anatema.” Sexta Sesión,
Canon 11.
Y el
autor P. Gregory Stevens escribe lo siguiente:
“... la
justificación es una transformación profunda y real del hombre, un don genuino
de santificación dado a él. En
modo alguno se puede reducir a algo externo. Op. Cit., pág. 56.
“En una
declaración religiosa, profunda y clara, el Concilio [de Trento, Sexta Sesión, Cap. VII] define la naturaleza interna y la estructura de
la justificación. Lo hace en directa oposición a la posición extrínseca de la
teología de la Reforma.” Ibid.,
pág. 58.
4. El
significado de la palabra “justificar”
La
posición de la iglesia es que “justificar” quiere decir: hacer a uno recto y no
solo: declarar a uno recto. Para ella la palabra significa transformar o
cambiar:
“... la justificación no es solamente la remisión de los
pecados, sino que también la santificación y renovación del hombre interior a
través de la recepción voluntaria de la gracia y los dones por los cuales el
hombre llega a ser justo en vez de injusto...” Concilio de Trento, Sexta Sesión, Cap.
VII.
El
escolástico católico, Stevens, hace esta pregunta
aclaradora: ¿Es la justificación “meramente un pronunciamiento de Dios
declarando justo al pecador? ¿O es un acto divino por el cual el pecador queda
transformado interiormente?” Entonces contesta: “El concepto católico siempre
fue que la justicia concedida al hombre es... una justicia verdadera que en
realidad transforma al hombre en una persona agradable a Dios." –Stevens, Op. Cit., p. 33.
“La justificación... nos asemeja a la justicia de Dios
que nos hace interiormente justos...” Catecismo, Pár. 1992, pag. 552.
Resumen y Conclusión
La
doctrina católica en lo que a la aceptación divina se refiere puede
resumirse como sigue:
1. Dios
acepta únicamente a los que han recibido una infusión de la gracia. Son
justificados sobre la base de lo que el Espíritu Santo ha obrado en ellos.
2. Dios acepta a una persona cuya fe fluye de un
corazón lleno de amor y se manifiesta en el bautismo.
3. El
acto de justificación ocurre en la experiencia del creyente en la tierra porque
es la renovación interna y la regeneración de su persona.
4.
“Justificar” significa: hacer a uno justo en sí mismo –hacerlo en su propia
persona agradable a Dios.
Según
la Iglesia Católica la transformación
personal es la base y el medio para
ser aceptado por Dios. Un devoto católico puede decir: “La justificación por la
fe significa que no puedo salvarme a mí mismo, pero por la fe puedo recibir la
gracia transformadora de Dios. Su gracia puede cambiar mi corazón y, por su
gracia en mi corazón, puedo ser aceptable a su vista.”
A la luz de este
artículo considere las respuestas que escogió en el cuestionario de la pagina
3: Las respuestas de posición católica son: B A A B;
las respuestas de posición protestante son: A B B A
Aceptación divina
según el Protestantismo
La
Reforma Protestante también enseña que Dios acepta a una persona por gracia
solamente. Pero entiende que esta gracia es una actitud de Dios y no una dádiva
de Dios. Para la Reforma la gracia que nos justifica está en el corazón de Dios
y no en la vida del creyente. Martín Lutero usaba las
palabras “gracia” y “dádiva” para explicar esa distinción:
“La diferencia entre gracia y dádiva es que gracia significa
propiamente benevolencia o favor de Dios que él abriga consigo mismo hacia
nosotros y que le inclina a darnos a Cristo... la gracia hace tanto que nos
podemos considerar completamente justificados ante Dios; ella no se divide ni
se fracciona, como ocurre con los dones, sino que nos incorpora totalmente en su
benevolencia, por causa de Cristo, nuestro intercesor y mediador, y por... [eso han] comenzado los dones en nosotros.” Prefacio a la
epístola a los Romanos, Obras de Martín Lutero, Tomo 6, págs. 132, 133 (traducción corregida).
Los
Protestantes creen que Dios incorpora en su benevolencia a todos que le acercan
confiando en lo que Cristo ha hecho y sufrido. Entienden que la gracia que nos
salva proveyó un Substituto para los pecadores y que todos los que creen en él
son aceptados por causa de la vida perfecta y la muerte del Substituto. Para
ellos la base de aceptación divina es únicamente la bondadosa obra de Dios
hecha en Cristo hace 2000 años.
En 1539
Martín Lutero escribió: “Viéndonos oprimidos y
abrumados con la maldición de la ley... nuestro muy misericordioso Padre envió
a su Hijo al mundo y colocó sobre él los pecados de todos los hombres,
diciéndole: ‘...asegúrate de que pagues y des satisfacción por todos ellos’.”
Entonces Lutero ve que la ley exige de Cristo la
muerte que todos estos pecados merecen. Y concluye que por este medio Dios
puede aceptar a los que creen. –“Commentary on Galatians” (Martin Luther –Selections From His Writings Doubleday, New York), pág. 138.
Los
Reformadores entendieron que la gracia divina proveyó una perfecta justicia en Cristo. Sus oponentes se rieron
porque se imaginaron que “la justicia es cierta cualidad que se derrama en el
alma y se riega por todas las partes del hombre.” Lutero respondió que “este don inefable sobrepasa todo razonamiento: Que Dios reputa y
reconoce como justo a quien se apropia de su Hijo por la fe sola, sin obra
alguna.” –What Luther Says, compilado por Ewald M. Plass, (Concordia, St. Louis, Mo., 1959), Vol.3, págs. 1229, 1230. Y Juan Calvino escribió: “...una cosa es ser justificados y otra
ser hechos nuevas criaturas.” –Juan Calvino, Institución de la Religión Cristiana, (Fundación Edit. de Lit. Reformada, Rijswijk, P.Bajos). Libro III, Cap. XI, Núm. 6.
Para la
Reforma el don del Espíritu Santo que nos regenera es el fruto y no la causa de
nuestra aceptación.
El
concepto Protestante de la justificación
La
Reforma Protestante enseña que la aceptación divina es una declaración
celestial. Una persona es declarada hija de Dios cuando acepta la vida y muerte
de Cristo como su única esperanza de gloria. Esta declaración es un acto de la
gracia que ocurre fuera del
individuo. Cuando uno predica a Cristo la fe es dada a todo aquel que escuche.
La persona que no rechaza la fe es aceptada por medio de la fe sola. Esta aceptación es un cambio en la actitud de Dios hacia el que cree. Y aunque el
resultado es una experiencia en la vida del creyente no es la misma cosa. Para
la Reforma “justificar” significa: acreditar a uno como recto.
Podemos
enumerar estos cuatro puntos de la siguiente manera:
1. La obra que Cristo hizo en este
mundo es lo que nos hace aceptos para con Dios.
2.
Recibimos la aceptación divina por medio de la fe sola.
3. La
justificación (aceptación divina) ocurre en el cielo.
4. El
verbo “justificar” significa: declarar a uno recto.
Las
pruebas de estos cuatro puntos abundan en los escritos de los Reformadores y
sus seguidores. Aquí enumeramos algunas para mostrar la enseñaza de la Reforma
Protestante.
1. La obra que
me hace acepto para con Dios
La
Reforma enseña que Dios no cambia su norma para aceptar al pecador. A menos que
una persona tenga perfecta obediencia a la voluntad de Dios y una completa
expiación por sus pecados no puede ser aceptada. Sin embargo, Dios acepta como
hijos a los impíos que creen porque su fe alcanza a Cristo, quien merece la
aprobación divina:
“Dios quiere salvarnos no mediante nuestra propia
justicia, sino por la justicia y sabiduría de otra persona....”-- Martín Lutero, Commentary on Romans, (Kregel Publications, Grand Rapids), Pág. 28.
“Los creyentes no están bajo la ley sino bajo la gracia,
porque la han cumplido por fe en Cristo, cuyo cumplimiento de la ley y la
justicia es nuestro.” Ibid.,
Pág. 105.
“... si nos preguntamos cómo hemos sido justificados,
responde san Pablo: ‘por la obediencia de Cristo’ (Rom.
5:19). Ahora bien, ¿cómo obedeció, sino revistiéndose de la forma de siervo?
[Fil. 2:7] De donde concluimos que la justicia nos ha sido otorgada en su
carne.” –Juan Calvino, Op. Cit., Libro III, Cap.
XI, Núm. 9.
“Fue imperativo que Jesús viva una vida perfecta, que
cumpla toda justa demanda de Dios... ¿Por qué? Para que esa vida perfecta te
sea imputada... Cuando pones tu fe en Jesucristo la perfecta vida de Cristo te
es imputada. Es como si la hubieses vivido. En la cruz Dios trató a Jesús como
si hubiese cometido tus pecados, aunque no los cometió, para que pueda tratarte
a tí como si hubieses vivido su vida perfecta, aunque
no la viviste.” –Juan MacArthur, Sermón sobre Juan
17:1-5, GC90-159.
2. El medio de
recibir la aceptación divina
La fe
sola es suficiente para traer la justificación:
“... justicia verdadera que es perfecta y eterna...
podemos obtener únicamente por fe en Cristo.” --Lutero, Commentary on Romans, pág. 69.
“... el hombre es justificado por la sola fe [Rom. 3:28].” –Juan Calvino, Op. Cit.,Libro III, Cap. XI, Núm. 19.
Juan Wesley imita a los Reformadores cuando pregunta “¿bajo qué
condiciones son justificados los injustos...?” Su respuesta: “Bajo una sola y
es: la fe... Es la fe por consiguiente, la condición necesaria de la
justificación, y la única condición
necesaria.” –Juan Wesley, Sermones, Sermón 5, págs. 81-83,
(Casa Nazarena de Publicaciones: Kansas City, MO)
“... somos justificados, no por fe adornada de caridad,
sino por fe sola y única.” “Commentary on Galatians” M. Luther -- Selections, pág. 116.
“La justificación viene a nosotros no a causa de ni nuestro amor ni nuestra
fe, sino solamente a causa de Cristo; sin embargo viene por (por medio de) la
fe. La fe no justifica como una obra benigna, sino simplemente como receptora
de misericodia... La fe es únicamente el órgano, el
instrumento, el medio; el mérito y la satisfacción es Cristo.” –Brentius, Correspondencia con Felipe Melanton,
1531, citado por Horatio Bonar en God’s Way of Holiness, (Evangelical Press, Hertfordshire), pág. 21
“... en cuanto a nuestra justificación ante Dios, la fe
en Cristo es el único requisito necesario. Todos los que simplemente creen son
justificados. La justicia es imputada ‘al que no obra sino cree.’ (Rom. 4:5) Es enteramente Escritural y correcto decir ‘la fe sola justifica’.” –Juan Carlos Ryle, Holiness, (Associated Pub. & Authors, Grand Rapids, MI), pág. iv.
3. El lugar
donde ocurre la justificación
Según
los Protestantes, la justificación ocurre en los
atrios celestiales. Es una declaración de perdón y aceptación hecha por Dios y
grabada en los registros del tribunal de Dios allí.
“La justicia Cristiana... es la imputación hecha por Dios
para justicia... por causa de Cristo... Dios acredita y declara a uno justo sin
obra alguna, a quien acepta por fe sola en su Hijo, quien fue crucificado, etc.
por nosotros.
“... la justicia no está esencialmente en nosotros...
sino fuera de nosotros únicamente en la gracia de Dios y en su imputación.”–Lutero, Op. Cit., pág. 131.
“... Pablo... incluye toda nuestra justicia en la
gratuita remisión de nuestros pecados, por la cual Dios nos acepta. Declarando
que es bienaventurado el hombre a quien Dios perdona sus iniquidades y al cual
no le imputa sus transgresiones, estima que la felicidad de este hombre no está
en que sea realmente justo, sino en que Dios lo admita y reciba como tal.”
–Juan Calvino, Op. Cit, Libro III, Cap.
XI, Núm. 11.
Juan Bunyan, autor de El
progreso del Peregrino, dice que la justicia que nos justifica “todavía
habita con y en la persona de Cristo, aún cuando se nos tiene como justos ante
Dios, porque se nos dice... que somos justificados ‘en él’. Isa. 45:24-25; 1ª Cor. 1:30.” Bunyan entonces da
esta ilustración:
“Notad, la justicia todavía está ‘en él’, no ‘en
nosotros’, aún cuando se nos hace partícipes del beneficio de ella, tanto así
como las alas y las plumas permanecen en la gallina que cubre, protege y
calienta a los polluelos con ellas...
“A la verdad que éste es uno de los más grandes misterios
del mundo –a saber, que una justicia que reside con una Persona en el cielo
deba justificarme a mí, un pecador que reside en la tierra.” --Juan Bunyan, Justification by an Imputed Righteousness, (Pub. Reiner, Swengle, PA), 1967, págs. 5-6.
4. El significado
del verbo “justificar”
La
posición Protestante es que “justificar” quiere decir declarar a uno recto. La
palabra no significa transformar o cambiar sino vindicar:
“[Dios] nos justifica por medio de la fe en su Palabra.
Por medio de dicha fe nos justifica, esto es, nos declara como justos.”–Martín Lutero, Comentario sobre Romanos., Pag. 68.
“... será justificado por la fe aquel que, excluido de la
justicia de las obras, alcanza la justicia de la fe, revestido con la cual, se
presenta ante la majestad divina, no como pecador sino como justo. De esta
manera afirmamos nosotros en resumen, que nuestra justificación es la
aceptación con que Dios nos recibe en su gracia y nos tiene por justos. Y
decimos que consiste en la remisión de los pecados y en la imputación de la
justicia de Cristo...”–Juan Calvino, Op. Cit., Libro
III, Cap.XI, Núm. 2.
“... ¿qué cosa es ser justificado? ... no significa ser
justo y recto literalmente; eso sería santificación:
que indudablemente es, hasta cierto grado, el fruto inmediato de la
justificación, pero, no obstante, un don de Dios distinto y de diferente
naturaleza. La justificación significa lo que por medio de su Hijo Dios ha
hecho por nosotros. La santificación es la obra que lleva a cabo en nosotros
por medio de su Espíritu.”–Wesley, Op Cit. pág. 77.
Resumen y
Conclusión
La
doctrina Protestante tocante a la aceptación divina puede resumirse como sigue:
1. Dios
acepta únicamente a los que tienen la perfecta obediencia a su ley. Para
cumplir esta base y ser justificado el hombre tiene que tener a Cristo por fe.
2. Todo
lo que Cristo es, es acreditado a nuestro favor cuando creemos. Así la fe sola
es el medio para ser aceptado por Dios.
3. Esta
aceptación (justificación) ocurre en el cielo donde Dios pronuncia justo al
impío que cree en su Hijo.
4.
“Justificar” significa declarar a uno justo –contarlo como obediente.
La
aceptación divina según el Protestantismo es a base de la obra que Cristo hizo
mientras vivía en este mundo. Esta justicia es acreditada a todo aquel que en él cree. Un devoto Protestante puede
decir: “Justificación por fe significa que la perfecta vida de Cristo es
contada como mía cuando creo. Dios me acepta en base a una justicia que está en
Cristo en el cielo. Por fe en esta justicia puedo ser incluido en el favor de
Dios. Su aceptación produce transformación en mi.”
La diferencia entre los
católicos
y los protestantes
La
diferencia entre los católicos y los protestantes se puede ilustrar por medio
de una sencilla pregunta: ¿Acepta Dios primero a una persona como su hija y
luego le cambia el carácter? O ¿Primero
cambia Dios a la persona por dentro para entonces aceptarla como hija suya?
Roma dice que Dios sólo acepta a quienes primero ha transformado. La Reforma
dice que primeramente Dios acepta a una persona para entonces transformarla.
He aquí
la división del camino entre Roma y la Reforma: Roma declara que el hombre es
aceptado en base a una obra que se hace en su corazón. Y la Reforma sostiene
que el hombre es aceptado en base a una obra hecha en Jesucristo. ¡La
diferencia es tremenda! Los católicos encuentran su esperanza de vida eterna
dentro de sí mismos, en la tierra. Los protestantes encuentran su esperanza de
vida eterna en la persona de Cristo Jesús quien está en el cielo. En el
catolicismo la posición del hombre ante Dios está basada en lo que la gracia
hace en él. En el protestantismo está basada en lo que la gracia ya hizo en
Cristo en el primer siglo.
CATÓLICOS |
PROTESTANTES
|
|
Dios nos acepta en base
a la obra de gracia que el Espíritu Santo hace en nosotros.
|
|
|
Dios nos acepta en base
a la obra de gracia que fue hecha en
Cristo.
|
|
Para la Reforma la gracia
que justifica es la actitud misericordiosa de Dios mientras que para Roma es
una dádiva de Dios. El catolicismo reconoce sólo una clase de gracia –la dádiva
de Dios. El protestantismo reconoce dos –la actitud misericordiosa de Dios y la
dádiva de Dios. Así las dos mantienen que “la justificación es sólo por gracia”
mientras en la practica se oponen entre sí. La gracia con que Dios nos acepta
es algo diferente para Roma que para la Reforma. Observe:
La posición Católica: “La gracia no es algo externo a nosotros sino
algo dentro de nosotros...”--Daujat, Op.
Cit., Pág. 124. “La totalidad de la teología católica de la gracia como una
realidad creada, distinta de Dios mismo, y otorgada al hombre como algo
personal a si mismo es aquí enumerada por el Concilio [de Trento].” –Stevens, Op. Cit. Pág 59. “La gracia de Cristo
es el don gratuito que Dios nos otorga de su vida infundida por el Espíritu
Santo en nuestra alma para sanarla del pecado y santificarla.” Catecismo de la Iglesia Católica, párrafo 1999, pág. 554. “Si alguno dice...
que la gracia por la cual somos justificados es únicamente la benevolencia de
Dios, sea anatema.” Concilio de Trento,
Sexta Sesión, Canon 11.
La posición Protestante: “En las Escrituras la palabra
‘gracia’ muchas veces quiere decir
favor, buena voluntad, o misericordia; a veces, en verdad, también quiere decir
las dádivas que son concedidas por la buena voluntad... Pablo, en Romanos 5,
claramente distingue entre ‘gracia’ y el ‘don de gracia’... Los dos en verdad
son dones del Hijo de Dios, el Mediador. Sin embargo, cuando Pablo dice que
somos justificados y salvados por gracia, él se refiere a aquella gracia que en
las Escrituras se distingue del don de gracia, es decir, se refiere no a
nuestra novedad de vida sino a la misericordia de Dios, o a su aceptación
gratuita. –Martín Chemnitz, Examination
of the Council of Trent, Part I, Art. V, No. 1, (Concordia Pub House, St.
Louis, MO) Juan Calvino también habla de “las dos gracias distintas”. Calvino, Op. Cit. Libro III, Cap. XI, No. 6.
¿Se basa la aceptación
divina en nuestra novedad de vida o en algo que fue hecho en Cristo hace 2000
años?
¿Cuál es la posición
Bíblica?
Aceptación
divina según la Biblia |
La
Biblia establece que Dios acepta a las personas sólo por causa de la gracia.
Escribe el apóstol Pablo: “Siendo justificados gratuitamente por su gracia,
mediante la redención que es en Cristo Jesús...” Rom. 3:24. La gracia que nos
justifica es la actitud bondadosa de
Dios que se manifestó al darnos a su Hijo:
“Dios, que es rico en misericordia, por su gran amor con
que nos amó... nos dio vida juntamente con Cristo... para mostrar en los siglos
venideros las abundantes riquezas de su gracia en su bondad para con nosotros
en Cristo Jesús.” Efe. 2:4-7.
Es
esencial notar que la gracia que nos da la aceptación para con Dios es
manifestada en Cristo Jesús –no en
nosotros. “... de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo
unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida
eterna.” Juan 3:16. En Cristo, Dios mostró su gracia hacia nosotros (Hech.
20:24). Esta actitud en la mente de Dios existía “antes de los tiempos de los
siglos, pero... ahora ha sido manifestado por la aparición de nuestro Salvador
Jesucristo... por el evangelio...” 2 Tim. 1:9,10. Esta gracia no es una dádiva
infundida o algo que se derrama en nosotros por el Espíritu de Dios sino mas
bien es un favor inmerecido, manifestado en la persona de Cristo. Esta gracia
no es una inyección en nuestra experiencia sino la bondadosa actitud “que nos
fue dada en Cristo Jesús.”
Esto no
quiere decir que la Biblia no reconozca una gracia infundida o un derramamiento del Espíritu
Santo en nuestros corazones. De hecho, a partir de las Santas Escrituras es
posible enumerar dos clases de gracia: la gracia de Dios que es la actitud
divina revelada en Cristo (fuera de nosotros) y la gracia que es la dádiva
divina que se revela en nosotros por el Espíritu Santo. A la primera
manifestación de gracia se atribuye nuestra aceptación; a la segunda, nuestra
purificación.
El
concepto Bíblico de la justificación
La
Biblia enseña que Dios recibe únicamente como hijos a los que tienen perfecta conformidad con su ley. Cristo Jesús es
el único ser humano que tuvo dicha conformidad en toda su vida. Esta
conformidad con la ley es atribuida a los que la aceptan por medio de la fe sola. Dios desde su trono acepta como hijo a todo aquel que tiene esta
conformidad con la ley en Cristo. En la Biblia “justificar” significa “contar a uno como recto”.
Podemos
enumerar estos cuatro puntos de la siguiente manera:
1. La obra que Cristo hizo mientras vivía en este
mundo nos da aceptación para con Dios.
2. Esta perfecta obediencia la recibimos por medio de
la fe sola.
3. En los atrios celestiales Dios cuenta como justos a
los que aceptan a su Hijo.
4. La Biblia usa el verbo “justificar” para
significar: declarar a uno como recto.
Nota
los pasajes Bíblicos que prueban estos cuatro puntos:
1. La obra que
me da aceptación para con Dios
Desde
Génesis hasta Apocalipsis la Biblia dice que Dios acepta a los que le obedecen.
El Creador dijo a Caín: “si bien hicieres, ¿no serás enaltecido? Gen. 4:7.
Moisés exhortó al pueblo de Israel: “... si oyeres atentamente la voz de Jehová
tu Dios, para guardar y poner por obra todos sus mandamientos que te prescribo
hoy, también Jehová tu Dios te exaltará sobre todas las naciones de la tierra.”
Deut. 28:1. Y el salmista repite la misma base de aceptación divina cuando
pregunta: “Jehová ¿quién habitará en tu tabernáculo? ¿Quién morará en tu monte
santo? El que anda en integridad y hace justicia... Sal. 15:1, 2.
La
norma no cambia en el Nuevo Testamento: “porque no son los oidores de la ley
los justos ante Dios, sino los hacedores de la ley serán justificados.” Rom. 2:13.
Cuando
el apóstol Pedro comenzó su predicación en la casa de Cornelio dijo: “En verdad
comprendo que Dios no hace acepción de personas sino que en toda nación se
agrada del que le teme y hace justicia.” Hech. 10:34, 35.
Ante
esta elevada norma Pedro presenta la única esperanza de aceptación para con
Dios: “el evangelio de la paz por medio de Jesucristo.” Ver. 36. La obra que
Cristo hizo en este mundo me da aceptación para con Dios:
“Vosotros sabéis lo que se divulgó por toda Judea,
comenzando desde Galilea, después del bautismo que predicó Juan: cómo Dios
ungió con el Espíritu Santo y con poder a Jesús de Nazaret, y como éste anduvo
haciendo bienes y sanando a todos los oprimidos por el diablo, porque Dios
estaba con él. Y nosotros somos testigos de todas las cosas que Jesús hizo en
la tierra de Judea y en Jerusalén; a quien mataron colgándole en un madero. A
éste levantó Dios al tercer día, e hizo que se manifestase; no a todo el
pueblo, sino a los testigos que Dios había ordenado de antemano, a nosotros que
comimos y bebimos con él después que resucitó de los muertos.” Hech. 10:37-41.
El
Apóstol Pedro bosqueja la vida justa de Cristo, su muerte, y su resurrección
como el cumplimiento de toda justicia. La perfecta obediencia requerida para
agradar a Dios fue rendida en la vida y muerte de Jesucristo y a toda persona
que en él cree le es acreditada esta justicia en lugar de la culpa de sus
pecados.
El
apóstol Pablo confirma que la justicia suficiente para darnos la aceptación
divina se encuentra únicamente en Cristo: “Porque el fin de la ley es Cristo,
para justicia a todo aquel que cree.” Rom. 10:4 (véase también Mat. 5:17).
Isaías,
el profeta, hablaba de Cristo cuando escribió:
“... él herido fue por nuestras rebeliones, molido por
nuestros pecados; el castigo de nuestra paz fue sobre él, y por su llaga fuimos
nosotros curados. Todos nosotros nos descarriamos como ovejas, cada cual se
apartó por su camino; mas Jehová cargó en él el pecado de todos nosotros...
Cuando haya puesto su vida en expiación por el pecado, verá linaje, vivirá por
largos días, y la voluntad de Jehová será en su mano prosperada. Verá el fruto
de la aflicción de su alma, y quedará satisfecho; por su conocimiento
justificará mi siervo justo a muchos, y llevará las iniquidades de ellos.” Isa.
53:5-11.
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Es por
su conocimiento, por la experiencia de su vida y muerte en este mundo, que
Cristo justifica. Nuestra experiencia es de caer y pecar. Aún en nuestra
experiencia de crecimiento cristiano en muchas cosas ofendemos todos (Sant.
3:2) y estamos faltos de la gloria de Dios (Rom. 3:23). Por eso la Escritura
establece que “por la obediencia de uno [Cristo], los muchos serán constituidos
justos (Rom. 5:19).”
¿Qué
obra me concede aceptación para con Dios? ¡Únicamente la obra que Jesús hizo
cuando vivió en este mundo! En vez de ser justificados por lo que Dios hace en
nosotros, somos justificados en base a lo que Dios hizo completamente fuera de
nosotros.
2. El medio de
recibir la aceptación divina
Si la
obra que Cristo hizo cuando vivió en este mundo nos da la aceptación para con
Dios ¿cómo es que llegamos a ser partícipes de esta obra? La Biblia no enseña que toda persona en el mundo
es salva porque Cristo hizo lo que hizo, sino únicamente los que creen en él.
La perfecta obediencia de Cristo es accesible por la fe sola.
En su
predicación en la casa de Cornelio, Pedro concluyó: “... todos los que en él
creyeren, recibirán perdón de pecados por su nombre.’ Hech. 10:43.
No se
requiere nada mas ni nada menos para que la obediencia que Dios exige se nos
pueda acreditar. La fe es la mano que recibe la bendición pero no es la mano
que rinde la obediencia.
En el
tercer capítulo de Romanos Pablo establece que la fe es la única condición para
recibir la aprobación de Dios:
“... por medio de la fe en Jesucristo...” Ver. 22.
“... por medio de la fe en su sangre...” Ver. 25.
“... justifica al que es de la fe de Jesús.” Ver. 26.
“... por medio de la fe...” Ver. 30
“... el hombre es justificado por fe sin las obras de la
ley.” Ver. 28.
El
término “obras de la ley” incluye toda acción o conformidad personal con la
voluntad de Dios. Las obras de la ley son cosas buenas (Tit.3:5). Y a todas las
cosas buenas hechas por nosotros (Rom. 3), buenas obras hechas a nosotros (Rom.
4), o en nosotros (Rom. 5) Pablo excluye todas estas obras como medio de darnos
la aprobación divina. En contraste él establece que es la fe y nada mas lo que nos une con la gracia de Dios
que está en Cristo. Si la aceptación divina es solamente por gracia, “ya no es
por obra; de otra manera la gracia ya no es gracia.” Rom. 11:6. “... mas al que
no obra, sino cree en aquel que justifica al impío su fe le es contada por
justicia.” Rom. 4:5.
Dios
justifica al impío, al incircunciso y al pagano por medio de la fe y la fe sola
(Rom. 3:22; Gál. 3:8). El nuevo corazón procede de la aceptación divina (Rom.
4:9-11; Deut. 30:6; Col. 2:11-13). La nueva vida no es la causa, ni menos aún
la condición necesaria para la justificación. La nueva vida es la señal y la
prueba de que ha recibido la bendición de la aceptación divina por fe sola.
3. El lugar
donde ocurre la justificación
Aceptación
divina es un cambio legal, y no un cambio moral. Ocurre en los atrios
celestiales mientras el justificado está en la tierra. Recibimos la “adopción
como hijos suyos” (Gal. 4:5). La adopción de un niño es una transacción legal
que ocurre ante un juez en un tribunal y no en la recámara del niño. Por eso
las Escrituras juntan frases como “delante de ti (Sal. 143:2),” “delante de él
(Rom. 3:20),” y “para con Dios (Rom. 4:2 y Gal. 3:11)” a la palabra
“justificar”. Justificación ante Dios es aceptación en su familia.
Al
comenzar su carta a la iglesia en Éfeso Pablo indica donde ocurre la aceptación
divina: “Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos
bendijo con toda bendición espiritual en los lugares celestiales en Cristo.”
Efe. 1:3. Jesús dijo: “regocijáos de que vuestros nombres están escritos en los
cielos.” Luc. 10:20.
Desde
su trono Dios cuenta como perfectos a los que creen en su Hijo. Perdona sus
iniquidades cubriendo en los libros celestiales el registro de sus pecados.
“Como también David habla de la bienaventuranza del
hombre a quien Dios atribuye justicia sin obras, diciendo: Bienaventurados
aquellos cuyas iniquidades son perdonadas, y cuyos pecados son cubiertos.
Bienaventurado el varón a quien el Señor no inculpa de pecado.” Rom. 4:6-8.
En la
carta titulada “Hebreos” se nos permite ver unas páginas de los libros
celestiales. En estas páginas los pecados de los justos son cubiertos. Aparecen
únicamente sus buenas obras:
“Por la fe Moisés, hecho ya grande, rehusó llamarse hijo
de la hija de Faraón, escogiendo antes ser maltratado con el pueblo de Dios,
que gozar de los deleites temporales del pecado, teniendo por mayores riquezas
el vituperio de Cristo que los tesoros de los egipcios; porque tenía puesta la
mirada en el galardón. Por la fe dejó a Egipto, no temiendo la ira del rey;
porque se sostuvo como viendo al Invisible.” Heb. 11:24-27.
En los
libros celestiales no aparecen los pecados perdonados. El homicidio que cometió
Moisés está cubierto. Él es “sin mancha delante del trono de Dios” (Apoc.
14:5). Ante Dios el creyente está sin pecado porque es justificado en el cielo
mientras que ante los hombres sus pecados sí se ven.
Cuando
las Escrituras hablan de aceptación para con Dios están hablando de ser
justificados “delante de él”. Rom.
3:20.
4. El
significado del verbo “justificar”
En la
Biblia el verbo “justificar” significa ser juzgado o reconocido como justo
(Rom. 3:4; Sal. 51:4). En Lucas 7:29
dice que, los publicanos “justificaron a Dios.” No quiere decir que hicieron a
Dios justo, sino que lo reconocieron como justo. El capítulo cuatro de Romanos
contiene sinónimos de justificar.
Son “contar”, “atribuir” y “cubrir”.
Estas expresiones muestran que el que justifica está haciendo una decisión y
declarándola. Está contando o atribuyendo que otro es aceptable.
Lo
opuesto de “justificar” es “condenar (1 Rey. 8:32; Mat. 12:36, 37). Tal como
“condenar” no quiere decir corromper así tampoco “justificar” quiere decir
sanar o cambiar en recto (véase Prov.17:15; Isa.5:23). Condenar significa declarar culpable y justificar significa declarar inocente. Las dos palabras son
términos legales que se relacionan con un veredicto en un juicio. No son
términos morales que se relacionen con un cambio de estilo de vida.
La
justificación es el veredicto divino que declara que una persona es aceptada.
Dios declara como hijo al que aun no actúa como hijo. Acepta como perfecto al
que no es perfecto en si. Dios acepta a los impíos llamando “las cosas que no
son, como si fuesen.” Rom. 4:5, 17.
No lo
hace sin considerar las elevadas demandas de su ley. Sino que justifica al
impío en base a que las dichas elevadas demandas han sido cumplidas en la
persona de su Hijo. Puede declarar recto a todo ser humano que halla su
justicia en Cristo.
Cuando
el mentiroso Jacob apareció ante su padre Isaac pidiendo la bendición del
primogénito, lo recibió –no porque era el primogénito. Lo recibió porque vino
en el nombre del primogénito Esaú y cubierto con los vestidos de su hermano
mayor. Aunque Dios no es ciego como Isaac, le complace bendecir a todos los que
se acercan escondiéndose bajo el nombre y la justicia de su Hijo amado. Somos
“aceptos en el Amado” (Efe. 1:6), contados como justos.
Conclusión
Según
la Biblia Dios recibe a los pecadores que creen el evangelio. El evangelio es
la historia irrepetible de que Cristo Jesús vivió, murió y resucitó en nuestro
lugar. A todo pecador que escucha este llamado le es dado fe para entrar en
esta historia. El hecho de que somos pecadores es lo que nos da derecho para
venir a Cristo (Mar. 2:17).
Un
paralítico fue llevado a Cristo por cuatro amigos. Su estado físico no tenía
esperanza alguna. Los resultados del pecado lo habían debilitado hasta el punto
de ni siquiera poder caminar. La muchedumbre no permitió el ingreso por la
puerta y por eso los amigos lo llevaron por el techo, “y haciendo una abertura,
bajaron el lecho en que yacía el paralítico. Al ver Jesús la fe de ellos, dijo
al paralítico: Hijo, tus pecados te son perdonados.” Mar. 2:4-5.
Estaban
allí algunos escribas que decían dentro de sí mismos: “¿Porqué habla éste así?
Blasfemias dice. ¿Quién puede perdonar pecados, sino sólo Dios?”
Jesús
sabía lo que pensaban y les dijo: “... Pues para que sepáis que el Hijo del
Hombre tiene potestad en la tierra para perdonar pecados (dijo al paralítico):
A tí te digo: Levántate, toma tu lecho, y vete a tu casa. Entonces él se
levantó en seguida, y tomando su lecho, salió delante de todos, de manera que
todos se asombraron, y glorificaron a Dios, diciendo: Nunca hemos visto tal
cosa.” Vers. 10-12.
¿Cuándo
le fueron perdonados los pecados al paralítico? ¿cuando Jesús le dijo “te son
perdonados”? ¿cuando dijo levántate? O ¿cuando se levantó el paralítico? El
perdón de pecados es un acto divino –es la declaración de Dios. Cuando Cristo
le dijo “Tus pecados te son perdonados” es ahí cuando le fueron perdonados.
Habiendolo perdonado, Cristo dio la orden y el paralítico pudo obedecer. El perdón siempre inspira la acción.
Desde el inicio hasta el fin
El ser
humano es aceptado por Dios en el momento que cree. Dios recibe como hijo suyo
al que pone su fe en Cristo. Esta aceptación trae como consecuencia un cambio
profundo en la vida del creyente (Luc. 7:47). Siendo perfectamente perdonado
ahora es libre (Rom. 6:17-18). Ya no es culpable (Rom. 8:1). Tiene paz para con
Dios (Rom. 5:1). Lo que antes amaba ahora aborrece (Rom. 7:15). Desea servir al
Señor que antes no era su amo (Rom. 6:22). El Espíritu Santo mora en él (Rom.
8:10, 11). Como hijo de Dios tiene una perspectiva enteramente nueva (2 Cor.
5:17).
Pero
todo esto no significa que es perfecto en sí. La transformación que comenzó con
el nuevo nacer continúa durante toda la vida del converso. La obra del Espíritu
Santo en su vida es progresiva. En esta vida la purificación de los hijos de
Dios va en aumento (1 Juan 3:1-3; 2 Cor. 7:1).
¿Será
que ahora este santo vivir forma parte de su aceptación para con Dios? ¡En
ninguna manera! La norma de aceptación divina no cambia cuando uno llega a ser
creyente en Cristo. Siempre ha sido, y siempre será, la perfecta obediencia a
la ley. Si contemplas tu propia vida con la esperanza de cumplir con esa norma
estás bajo maldición: “Maldito todo aquel que no permaneciere en todas las
cosas escritas en el libro de la ley, para hacerlas.” “Todos los que dependen
de las obras de la ley están bajo maldición... Y que por la ley ninguno se
justifica para con Dios, es evidente, porque: El justo por la fe vivirá.” Gal.
3:10, 11.
Los que
ya son hijos de Dios continuen siendo aceptados de la misma manera que cuando
comenzaron la vida cristiana –por fe sola (Rom. 1:17; Col. 2:6-7). Dios
continúa aceptando a los que no son
aceptables en sí mismos. Continuan siendo aceptados por causa de su
Substituto. No importa cuan recta sea la vida cristiana de un creyente, ésta no
forma parte de su aceptación para con Dios (1 Cor. 4:4). Nuestra contínua
justificación está basada en los méritos de Cristo –lo que él vivió en este
mundo hace 2000 años.
Para
todos los que creen en él, Cristo presenta ante la justicia divina su vida sin
pecado. Este ministerio asegura la aceptación contínua de parte de Dios a los
que creen. La justificación no es únicamente la puerta de entrada al
cristianismo, sino también como la cortina blanca que contínuamente rodeaba al
que confiaba en el cordero del holocausto. Dios acepta como sin mancha a todos
aquellos que confían en la pureza y sangre de Jesús y no los inculpa de pecado
(Jud. 24; Rom. 4:6-8).
El perdón
de los pecados
Es
evidente que “no hay hombre justo en la tierra, que haga el bien y nunca
peque.” Ecl. 7:20. En muchas cosas ofendemos todos (Sant. 3:2). Pero Dios no
rechaza a los suyos que no alcanzan en sus vidas la perfección de su
Substituto. ¡Por supuesto que no! Él conoce que son débiles y pecaminosos. Los
justifica para que sean purificados. “El que no escatimó a su propio Hijo, sino
que lo entregó por todos nosotros,, ¿cómo no nos dará también con él todas las
cosas?... Cristo es el que murió; más aun, el que también resucitó, el que
además está a la diestra de Dios, el que también intercede por nosotros.” Rom.
8:32-34.
Dios
justifica a personas y perdona pecados. La justificación es una obra para
nuestras personas. El perdón es una obra para nuestros pecados. Parte de la
obra actual de Cristo en el santuario celestial es la de perdonar pecados.
Escribiendo a los hijos de Dios, el apóstol Juan dice: “Si alguno peca, Abogado
tenemos para con el Padre, a Jesucristo el justo.” 1 Juan 2:1 (La Biblia de las
Américas). Los creyentes
piden a Dios: “Perdónanos nuestras deudas.” Mat. 6:12. Y “Si confesamos
nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y
limpiarnos de toda maldad.” 1 Juan 1:9.
Tal
como la vida perfecta de Cristo es la base de nuestra justificación, así la
muerte expiatoria de Cristo es la base del perdón de nuestros pecados. “Sin derramamiento de sangre no se hace
remisión.” Heb. 9:22. En el tiempo de Moisés si alguno del pueblo de Dios
pecaba debía ir al atrio del templo con un animal inocente. Al confesar su
pecado sobre la cabeza del animal, con sus propias manos quitaba la vida del
mismo. Ese era el único medio de escapar a la condenación de la ley. El sacerdote,
por medio de la sangre, llevaba figurativamente la culpabilidad del pecador
hacia el santuario donde permanecía hasta ser removida por sangre en el día de
la expiación final.
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Así
hoy, cuando pedimos perdón, Cristo como nuestro sumo sacerdote en el santuario
celestial, presenta su sangre preciosa que sustituye a la sangre nuestra (1
Juan 1:7). Nuestros pecados que merecen la muerte son perdonados y retenemos la
vida eterna en Cristo. La sangre que fue derramada en la cruz solo tiene
eficacia personal si es aplicada a nuestra cuenta en el santuario.
Desde
su ascención Jesús ha estado ministrando en el verdadero tabernáculo que está
en el cielo. Allí justifica a los que ponen su fe en él. Allí perdona los
pecados confesados a Dios. Y allí purifica las ofrendas de alabanza y adoración
que ascienden de parte de los verdaderos creyentes. Estas son bendiciones
contínuas; no solamente al comienzo de la vida cristiana. Por esta razón Cristo
ungió el santuario celestial. Todos los que se acercan a Dios por él tienen una
esperanza segura, sabiendo que él vive “siempre para interceder por ellos”
(Heb.6:18-20; 7:19-25). Es nuestro privilegio depender contínuamente de algo
que no vemos, excepto por el ojo de fe (Rom. 3:26).
Al final
de la carrera
La
aplicación de estas verdades llega a su cúspide al fin de la carrera cristiana.
En el juicio final de Dios ¿qué es lo que nos dará derecho a la vida eterna? En
aquel día ¿seremos aceptados por medio de fe y obras o por fe solamente? Al comienzo de la jornada fue por fe sola,
durante la jornada es por fe sola, y al final será exactamente de la misma
forma. No porque la fe tenga mérito en sí misma, sino porque la fe se aferra de
Cristo, quien es nuestra justicia (Jer. 23:6).
Al
principio el nuevo nacimiento no precedió a la justificación. Tampoco al final
precederá la glorificación al acto de borrar los pecados. La regla divina
siempre es “primero en el cielo, después
en la tierra”. Cuando fuimos aceptados Dios nos mandó su Espíritu como
lluvia temprana y cuando en su intercesión final nos declara eternamente
irreprensibles en el juicio, nos mandará su Espíritu como lluvia tardía (Hech.
2:38; 3:19; Sant. 5:7; Joel 2:21-32). Al principio la transformación del
carácter fue el resultado del acto celestial de aceptarnos así también en la
culminación de la carrera cristiana la glorificación será el resultado del
veredicto final de Dios.
Además,
así como es necesario distinguir entre el perdón de pecados y la regeneración
al principio, también es necesario distinguir entre el borrar de los pecados
(acto celestial) y la completa purificación del pueblo de Dios (acto terrenal)
al final.
En el
juicio final Dios no acepta nada menos que una perfecta obediencia a su ley
(Rom. 2:12-13, Sant. 2:10-13). Esta obediencia se halla únicamente en Cristo
Jesús. Toda persona que está en él pasará este juicio victoriosamente (1 Juan
5:11-12).
¿Cómo
podemos entrar en él? Únicamente por la fe. ¿Cómo nos mantenemos en él?
Únicamente por la fe. Él que permanece en él hasta el fin será salvo (Heb.
3:14).
Pero,
puedes decir, “Las Escrituras dicen que seremos juzgados según nuestras obras
(Ecl. 12:14; Mat. 12:36-37; 1 Ped. 1:17; Apoc. 20:13)”. Tienes razón. Es así
porque toda fe verdadera produce obras que dan gloria a Dios. Estas obras en la
vida de los verdaderos creyentes son la evidencia de que creen en Cristo.
Nuestras obras dan testimonio de que somos creyentes.
“Hermanos míos, ¿de qué aprovechará si alguno dice que
tiene fe, y no tiene obras? ¿Podrá la fe salvarle? ...la fe, si no tiene obras
es muerta en sí misma.” Sant. 2:14-17.
La
evidencia (las obras) y el medio (la fe) de aceptación no es lo mismo. En el
día de juicio final se abren los libros celestiales (Heb. 12:22-24). Allí está
la evidencia de la fe. “Por tus palabras serás justificado, y por tus palabras
serás condenado.” Mat. 12:37. Donde no hay evidencia, no hay fe. Y donde no hay
fe no hay Sustituto. Y donde no hay Sustituto, no hay aceptación divina.
Conclusión
1.La
obra que me da aceptación para con Dios en el juicio final es la obra que
Cristo hizo cuando vivió en este mundo. No es la obra que el Espíritu Santo ha
hecho en mi vida.
2. El
medio por el cual recibo la aceptación en el día final es la fe sola. Mi
obediencia de amor no forma parte de la mano que recibe el veredicto del
juicio.
3. Es
en los atrios celestiales donde ocurre la decisión final de aceptación divina y
no en la experiencia del creyente en la tierra.
4. Los
términos “borrar pecados” al igual que “perdonar pecados” indican una
declaración de que uno es considerado como recto y no un acto de hacerlo a uno
recto.
¿Crees
tu esto?
Cuando
son proclamadas las buenas nuevas acerca de Cristo Jesús el Espíritu Santo está
presente para dar arrepentimiento y fe. Los que oyen y creen el evangelio son
aceptados como hijos de Dios. “Porque por gracia sois salvos por medio de la
fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios.” Efe. 2:8. Dios nos da la fe
cuando oímos el evangelio. Si no la rechazamos, sino que depositamos nuestra
confianza en Cristo, somos contados como justos por fe.
“... la justicia que es por la fe dice así: No digas en
tu corazón: ¿Quién subirá al cielo? (esto es, para traer abajo a Cristo); o,
¿quién descenderá al abismo? (Esto es, para hacer subir a Cristo de entre los
muertos). Mas ¿qué dice? Cerca de ti está la palabra, en tu boca y en tu
corazón. Esta es la palabra de fe que predicamos.” Rom. 10:6-8.
La fe viene por el oír el evangelio. Los que ejercitan el don de la fe
reciben la justicia –no por el hecho de bajarla del cielo ni por alzarla de la tumba– la reciben en su cuenta
en el cielo. Es decir, Dios los tiene por justos en su presencia. Esto es
justicia por fe.
“Esta es la palabra de fe que predicamos: que si
confesares con tu boca que Jesús es el Señor, y creyeres en tu corazón que Dios
le levantó de los muertos, serás salvo... porque todo aquel que invocare el
nombre del Señor, será salvo.” Rom. 10:8-13.
Esto es
así porque el Hijo de Dios se hizo hombre y tomó nuestro lugar. En la historia
de su vida “la justicia de Dios se revela.” Lo que hizo Cristo en este mundo
“es poder de Dios para salvación a todo aquel que cree.” Rom. 1:17, 16.
Cuando
Dios nos dio a su Hijo nos dio un nuevo padre, un nuevo representante. En Adán,
nuestro primer padre, estamos perdidos pero Jesús vino e hizo todo lo que la
ley demanda de un ser humano para salvarnos. ¿Crees tu esto?
“Vosotros sabéis lo que se divulgó por toda Judea,
comenzando desde Galilea, después del bautismo que predicó Juan: cómo Dios
ungió con el Espíritu Santo y con poder a Jesús de Nazaret, y cómo éste anduvo
haciendo bienes y sanando a todos los oprimidos por el diablo, porque Dios
estaba con él... a quien mataron colgándole en un madero. A éste levantó Dios
al tercer día, e hizo que se manifestase... Y nos mandó que predicásemos al
pueblo, y testificásemos que él es el que Dios ha puesto por Juez de vivos y
muertos. De éste dan testimonio todos los profetas, que todos los que en él
creyeren, recibirán perdón de pecados por su nombre.” Hech. 10:37-43.
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La fe es sencilla en su operación pero
poderosa en su resultado. Cuando serpientes venenosas estaban mordiendo al
pueblo de Israel Dios instruyó a Moisés para que ponga una serpiente de bronce
sobre una asta. Todos los que miraban hacia esa serpiente fueron sanados del
veneno letal. Y como Moisés levantó la serpiente en el desierto así Jesús fue
levantado para ser nuestro Salvador,.“para que todo aquel que en él cree, no se
pierda, mas tenga vida eterna.”Juan 3:15. Hay
vida en mirar.
Todo el
que lo desea puede mirar a Jesús desde donde esté. Desde el cielo, Jesús está
atento para escuchar la petición del pecador. Aun ministra la aceptación
divina, el perdón de pecados y la purificación de alabanzas y adoración. Desde
allí derrama su Espíritu regenerador sobre los que entran en su presencia por
fe (Hech. 10:44; Rom. 8:9). Transforma a todo aquel que acepta. Nuestra
sencilla fe trae resultados poderosos.
Acerquémonos, pues, confiadamente al trono de la gracia,
para alcanzar misericordia y hallar gracia para el oportuno socorro. Heb. 4:16.
Inquietudes
1. ¿Por
qué hablan tanto de la fe si es la regeneración lo que nos hace falta?
La fe
es la única condición necesaria para ser aceptado para con Dios (Juan 1:12). El
Espíritu Santo es dado a los que creen (Juan 14:16-17; Gal. 3:1-2). Sin él es
imposible vivir piadosamente (2 Tes. 2:13). Es la aceptación contínua la que
produce crecimiento contínuo. El amor perdonador de Dios motiva nuestra
obediencia (Luc. 7:47). Una persona que tiene fe pondrá en acción toda la fe
que tiene. ¡Lo que necesitamos es mas fe!
2.
Pero, ¿creen en una justicia inherente?
Sí. Dios obra justicia en todos a quienes imputa
justicia (Rom. 8:1-4; Fil. 1:6). Esta justicia inherente es el fruto de nuestra
aceptación para con Dios y no la raiz. Es progresiva, pero no perfecta, en esta
vida. Por eso no puede ser la base de nuestra aceptación.
3.
¿Para que, entonces, sirven las buenas obras?
Para
dar honra y gloria a Dios (Mat. 5:16), para mostrar su gracia a los demás (Tito
3:8), y para evidenciar la fe verdadera (Mat. 7:20; Sant. 2:18).
4. ¿Da
la esperanza de vida eterna la aceptación divina?
Sí.
Justificados, pues, por la fe, tenemos paz para con Dios y nos gloriamos en la
esperanza de la gloria de Dios (Rom. 5:1, 2). Todo aquel que cree en el Hijo de
Dios tiene el testimonio de que tiene la vida eterna en Jesús (1 Juan 5:10-12).
5.
¿Cómo recibe uno fe si el Espíritu Santo aun no ha cambiado la vida?
El Espíritu
Santo es concedido para morar únicamente en los creyentes (Rom. 8:9-17; Gal
3:14; Efe. 1:13,14; Hech. 2:38). Pero además de esta obra de morar dentro del
creyente, contínuamente implora al corazón de todos los seres humanos usando
como instrumento la Palabra de Dios (Juan 6:63; 16:8-11; Efe. 6:17). A los que
responden a su atracción, el Espíritu les concede fe (Rom. 10:17). Esta acción
de convencer del Espíritu nunca se la debe confundir con el don de infundir el
Espíritu Santo, que cambia la vida. El Espíritu Santo corteja a unos para
residir en ellos, mientras que en otros ya recide cambiando su vida.
6. ¿La
obediencia forma parte de la fe?
No.
Continuamente la Biblia contrasta la fe y las obras (Rom. 3:28; 4:1-5; Gal.
2:16). La fe es un don de Dios (Rom. 12:3; Efe. 2:8). No importa cuan pequeña
sea, si cree en Cristo, es suficiente para que todo el justo vivir de Cristo
sea contado como suyo. Es como el ojo que ve o el oído que oye – únicamente
recibe. Las obras dan pero la fe recibe.
– Este editorial fue escrito por el editor actual y aparece en Pregonero de Justicia Vol. 6 # 2.
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