Volumen 1, Número 1

 

   

El bautismo del Espíritu Santo

 

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El Cristo de la historia y el Cristo de la experiencia
El  bautismo del Espíritu Santo
El tesoro divino

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Una Invitación

 

 

Pregonero de Justicia

P O Box 700, Fallbrook, California 92088 EE. UU.

 

 

Estimado Amigo:

 

          En su mano tiene un nuevo periódico titulado Pregonero de Justicia. Como se explica en la primera página, esta revista está dedicada a la restauración de la verdad evangélica de la justificación por la fe. Muchos cristianos de diversas denominaciones han expresado interés en su mensaje oportuno. La edición en inglés añade cientos de subscriptores nuevos cada semana.

Creemos que al leer esta primera edición en Español pronto reconocerá su valor y deseará subscribirse. Le invitamos a unirse a nuestra lista de interesados para recibir todas las publicaciones futuras. Las subscripciones son gratuitas para los que las solicitan directamente. Sólo hay que llenar el cupón de la página de SUSCRIPCIONES, y enviarlo.

          Muchos están compartiendo este periódico, que no tiene afiliación denominacional, con sus amigos y vecinos. Si usted desea ejemplares adicionales para compartir puede imprimir los que se encuentran en este sitio o pedirnoslos haciendo uso de la página de PEDIDOS.

          En esta época cuando muchas voces proclaman una multitud de experiencias espirituales, es hora de que se levante una voz clara y vigorosa que pregone la justicia de Cristo que nos es atribuida gratuitamente por medio de la fe.

 

Suyo, para un despertar a la justicia de Cristo,

 

Ricardo Marín

Editor

 

 

 

 

Editorial:

 

El Cristo de la historia y el Cristo de la experiencia

 

 

          Al leer las noticias en cuanto a la Revolución de Jesús, y la rápida diseminación del movimiento carismático en general, parecería que el mundo, repentinamente, se "esta volviendo hacia Jesús". La característica mas sorprendente de este desarrollo es el testimonio de aquellos que están experimentando a Jesús en sus vidas. Ellos pregonan al Cristo de su experiencia. Para ellos Jesús parece real – tan real que pueden testificar de ello por experiencias extraordinarias en sus propias vidas. El Cristo de la experiencia, por lo tanto, ha llegado a ser el gran punto de evangelización de la Revolución de Jesús. Muchos afirman que este Jesús es real y tangible, mientras que el Cristo de la historia es lejano e impersonal, a la vez que irreal.

 

 

 

Off the Cross

   

 

          Comparativamente, mientras la Revolución de Jesús ha exaltado el Cristo de la experiencia, ha puesto al Cristo de la historia muy definidamente en último término. Pero al hacer esto está en grave peligro de situar al cristianismo en último término. Antes de vernos confundidos por alguna experiencia religiosa mística o sentimental, consideremos que el cristianismo es la única religión verdaderamente histórica. Proclama la salvación basada en eventos históricos objetivos – eventos completamente ajenos a una experiencia personal, interior, del hombre. Toda religión no cristiana basa su "salvación" en la propia experiencia mística del devoto. Por lo tanto, dicha "salvación" llega a ser un asunto de hazaña propia y personal. Por ejemplo: el logro de una experiencia subjetiva. No importa que el adepto a la religión sostenga que la salvación es por gracia, pues esta gracia estaría basada en una experiencia. Por lo que, para estar seguro de la salvación, el creyente tiene que mirar hacia su propia experiencia – lo que, en sus mejores términos, viene a ser algo muy incierto e inquietante. El Cristo de la experiencia no es tan real después de todo. De hecho, puede desaparecer en la neblina de los sentimientos e impresiones humanas, y el adorador puede fácilmente abandonarse al ídolo estéril de su propia experiencia mística.

          El Evangelio es las buenas nuevas porque es seguridad y certeza. Proclama eventos históricos y objetivos (1 Cor. 15:1-4). La salvación nos ha llegado a nosotros por eventos concretos en la historia: la encarnación, vida, muerte, y resurrección de Cristo. Cristo ha vencido. Ha asegurado la salvación para los hombres pobres, perdidos, y pecaminosos. Por su experiencia de gustar la muerte por todo hombre, ha ganado justicia para todo aquel que cree (Isa. 53:11; Heb. 2:9). Su experiencia (una realidad histórica) es lo de suprema importancia. Este debe ser el foco del pensamiento cristiano, su fe y testimonio. La fe debe descansar en algo enteramente objetivo, fuera de la experiencia del hombre, esto es, en el Cristo histórico.

          Por supuesto, este Cristo de la historia todavía vive, porque hubo una resurrección. Mientras los hombres pongan su fe en lo que ha hecho por ellos y lo que es para ellos, vive en sus corazones. La experiencia del Cristo interior procede de la fe en el Cristo exterior. Pablo pudo decir, "Cristo mora en mí", simplemente porque podía añadir: "Yo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a si mismo por mí." Gál. 2:20.

          El Cristo crucificado es la revelación máxima de Dios. Colgado en la cruz era el Evangelio de Dios. Cualquier intento de conocer a Dios o experimentarlo fuera de la revelación de Dios es idolatría. La manera de probar la validez de un "Cristo de la experiencia" es preguntando, "¿Obtuve esta experiencia religiosa por medio de la revelación de la cruz, o es algo que no tiene relación con el Cristo histórico del Evangelio histórico?"

 

– Este editorial fue escrito por el editor anterior y está disponible en forma de volante y puede ser útil para incluir en un boletín semanal. Aparece en Pregonero de Justicia Vol. 1 #1.

 

 

Flame

 

El bautismo del

Espíritu Santo

 

 

 

          ¿Qué es el bautismo del Espíritu Santo? ¿Cuáles son las condiciones para recibirlo? ¿Cómo se comunica? ¿Cuál es la evidencia de su recepción? Estas son preguntas urgentes. Ellas demandan una respuesta clara, especialmente porque el movimiento "carismático" pentecostal esta creciendo rápidamente dentro de las iglesias cristianas.

          El apóstol Pablo incita a los creyentes preguntándoles, ¿Recibisteis el Espíritu Santo cuando creísteis?" Hech. 19:2. Pablo consideraba que el bautismo del Espíritu era indispensable. A los efesios escribió: "No os embriaguéis con vino; en lo cual hay disolución; antes bien sed llenos del Espíritu." Efe. 5:18.

 

1. La condición bajo la cual el Espíritu es dado

 

          El Evangelio del Nuevo Testamento toma en serio la ley de Dios. Ningún hombre puede ser aceptado a la vista de Dios (o justificado), ni compartir su Espíritu, fuera de la absoluta y perfecta obediencia a la ley de Dios. Notad:

 

            "... los hacedores de la ley serán justificados." Rom. 2:13.

 

            "El Espíritu Santo... ha dado Dios a los que obedecen." Hech. 5:32.

 

          Si Dios concediera su Espíritu bajo cualquier otra condición que no fuera la obediencia a su ley, sería indultar el pecado y comprometer su justicia. Por encima de cualquier otra cosa, la ley de Dios debe ser honrada, mantenida y reverenciada.

          Hay dos maneras mediante las cuales el hombre puede intentar reunir las condiciones de perfecta obediencia. Una es por medio del legalismo, la otra por medio del Evangelio. Entre estos dos métodos no hay compromiso. El hombre puede tomar un camino o el otro. No puede tomar ambos.

          Si el hombre pudiera obedecer la ley de Dios sin apartarse del ideal divino por un instante, él entonces tendría derecho a reclamar de Dios la promesa de vida. "En cuanto a ser aceptado por Dios por medio de la ley, Moisés escribió así: 'La persona que cumpla la ley, vivirá por ella.'" Rom. 10:5, versión popular, Dios llega al hombre.

          Sin embargo la recepción del Espíritu de Dios no es en ningún sentido un logro humano. No es una recompensa otorgada por una vida santificada. La Biblia es clara: "Por cuanto todos han pecado [tiempo pasado], y siguen no alcanzando [presente continuo] el ideal divino." Rom. 3:23 traducida del original. El problema humano es precisamente que ningún hijo de Adán ha rendido una obediencia que merezca el Espíritu de Dios. Y debido a la naturaleza caída y pecaminosa del hombre, nadie será aceptable a Dios por sus propios logros. "Ya que por las obras de la ley, ningún ser humano será justificado delante de él; porque por medio de la ley es el conocimiento del pecado." Rom. 3:20.

          ¿Cómo entonces podrá el hombre pecaminoso cumplir con las condiciones bajo las cuales le será otorgado el Espíritu de vida? Esto nos lleva a considerar el camino del Evangelio. En la persona de Jesucristo, Dios hizo una visita a este planeta. Tomó su lugar como la nueva Cabeza de la humanidad. Se hizo el Hombre Representante, el Substituto por todo hombre. Se encargó de obedecer la ley en forma perfecta por nosotros. Se comprometió consigo mismo para morir en nuestro lugar y así librarnos de la penalidad de la desobediencia. Como esta escrito:

 

            "Dios envió a su Hijo, nacido de mujer y nacido bajo la ley.... [es decir, bajo la obligación de satisfacer las demandas de la ley por nosotros]. " Gal. 4:4.

 

            "Jesús le respondió: 'Nos conviene cumplir todas las demandas de la ley.'" Mat. 3:15, Versión en inglés de Phillips.

 

            "No he venido para abrogar [la ley] sino para cumplir [todos sus requerimientos]." Mat. 5:17.

 

          Cuando Cristo, el Hombre Representante, cumplió la ley, fue exactamente como si todo hombre en él, la hubiese cumplido. Cuando murió para satisfacer plenamente la penalidad de la ley contra el pecado, fue como si todo pecador creyente hubiese muerto y pagado por sus pecados. Así Pablo declara: "Nosotros lo vemos de esta manera: Si uno murió por todos, luego todos murieron." 2 Cor. 5:14.

          La expiación de Cristo fue el cumplimiento de toda condición para que Dios pudiera derramar su Espíritu sobre todo carne que cree. Cuando el Hijo de Dios exclamó, "¡Consumado es!", destruyó cualquier obstáculo que aún pudiera impedir el libre y pleno derramamiento del don del Espíritu al más culpable de los pecadores. Se nos da el Espíritu por la perfecta obediencia a la ley de Dios – no por nuestra obediencia, sino por la de Cristo. El Espíritu es otorgado, no por nuestra capacidad de adquirirlo, sino debido a su expiación. Su obra, y la suya solamente, nos trae el Espíritu. Este es el mensaje de Pablo a los gálatas:

 

            "Porque todos los que dependen de las obras de la ley están bajo maldición, pues escrito está: Maldito todo aquel que no permaneciere en todas las cosas escritas en el libro de la ley, para hacerlas.... Cristo nos redimió de la maldición de la ley, hecho por nosotros maldición (porque está escrito: Maldito todo el que es colgado en un madero), para que en Cristo Jesús la bendición de Abraham alcanzase a los gentiles, a fin de que por la fe recibiésemos la promesa del Espíritu." Gál. 3:10, 13, 14.

 

          Resumen: La única condición indispensable para recibir el Espíritu es la perfecta obediencia a la ley de Dios. Cristo ha cumplido esa condición por todos. Por lo tanto Cristo ha puesto al alcance de todos el don del Espíritu Santo.

 

 

2. El canal para la comunicación del Espíritu

 

          En la tradición católica romana, se considera que el poder y la vida divina se comunican a la humanidad a través de los sacramentos de la iglesia. En la tradición de los cuerpos pentecostales, se considera que el Espíritu se comunica al ser humano por medio de alguna experiencia extática sumamente poderosa. Pero según el criterio apostólico y de la Reforma , el Espíritu Santo es impartido a través de la palabra de Dios.

          La palabra de Dios es el instrumento del Espíritu. El apóstol Pablo dice: "... y la espada del Espíritu, que es la palabra de Dios." Efe. 6:17. "Porque la palabra de Dios es viva y eficaz, y más cortante que toda espada de dos filos; y penetra hasta partir el alma y el espíritu, las coyunturas y los tuétanos, y discierne los pensamientos y las intenciones del corazón." Heb. 4:12. Jesús dijo: "... las palabras que yo os he hablado son espíritu y son vida." Juan 6:63.

 

Sword

 

          La palabra y el Espíritu están de acuerdo. Es imposible separarlos. El Espíritu obra a través del instrumento de la palabra de Dios:

 

            "Siendo renacidos.... por la palabra de Dios..." 1 Ped. 1:23.

 

            "Ya vosotros estáis limpios por la palabra... " Juan 15:3.

 

            "... para santificarla, habiéndola purificado [la iglesia] en el lavamiento del agua por la palabra." Efe. 5:26.

 

            ¿Con que limpiará el joven su camino? Con guardar tu palabra." Sal. 119:9.

 

            "Por la palabra de tus labios, me he guardado de las sendas del disoluto." Sal. 17:4 Versión Moderna.

 

            "Santifícalos en tu verdad; tu palabra es verdad." Juan 17:17.

 

          La vida de Dios está en su palabra. Fue mediante su palabra que Dios creó esta tierra y dio vida al hombre. Fue a través de su palabra que Jesús curó a los enfermos, echó fuera a los demonios y levantó a los muertos. "Su palabra era con autoridad." El dijo: "sed limpios" y los leprosos fueron limpiados; "Levántate y anda" y el paralítico se levantó.

          Debemos guardarnos de la idea de que el Espíritu de Dios obra independientemente de la palabra, de que viene a través de alguna experiencia fuera de la palabra. Aquellos que insisten en señales y milagros son una "generación mala y adúltera". De hecho, están preparados para los engaños satánicos, porque la Biblia nos previene que especialmente en los últimos días Satanás obrará "con gran poder y señales y prodigios mentirosos... para los que se pierden, por cuanto no recibieron el amor de la verdad para ser salvos." 2 Tes. 2:9, 10. En el día del juicio muchos dirán: "Señor, "Señor,... ¿en tu nombre [no] hicimos muchos milagros?" Pero Cristo les dirá: "Nunca os conocí." Mat. 7:22, 23.

          Existe siempre el peligro de que la gente desee algo fuera de la palabra para crear emoción. Por esta avenida es que Satanás conduce a muchos a apartarse de la palabra de Dios hacia los caprichos de las impresiones humanas, los impulsos, los actos fanáticos, y finalmente hacia prácticas contrarias a la sencilla palabra de Dios. Solo hay seguridad para nuestros pies si nos mantenemos unidos a la palabra de Dios. He aquí la fuente de toda verdad y poder.

          Resumen: La vida de Dios está en su palabra. A través de su palabra, Dios comunica su Espíritu a los hombres.

 

 

3. El método de recibir el Espíritu Santo

 

          La parte que el hombre debe hacer para recibir el Espíritu es tan extremadamente clara y simple que ofende a la naturaleza humana. Como ya hemos visto, Cristo cumplió las condiciones para que el ser humano pueda recibirlo. La palabra de Dios en el Evangelio de Cristo es el canal a través del cual se imparte el Espíritu. Los hombres reciben el Espíritu simplemente por el oír con fe:

 

            ¡Oh gálatas insensatos! ¿quién os fascinó para no obedecer a la verdad, a vosotros ante cuyos ojos Jesucristo fue ya presentado claramente entre vosotros como crucificado? Esto solo quiero saber de vosotros: ¿Recibisteis el Espíritu por las obras de la ley, o por el oír con fe? Gál. 3:1, 2.

 

          El Espíritu viene a los hombres en la palabra del Evangelio. Pablo declaró: "Cerca de ti está la palabra, en tu boca y en tu corazón. Esta es la palabra de fe que predicamos." Rom. 10: 8.

          El Espíritu, por lo tanto, no puede ser recibido por ningún otro medio sino por el oír la palabra. El oído es el órgano más pasivo de la personalidad. No puede crear nada, no emite nada, no ve nada, es completamente receptivo. Así el hombre no puede obtener el Espíritu; tiene que ser dotado del Espíritu. El pecador no puede allegarse al Espíritu; es el Espíritu quien se allega al pecador. Se lo recibe por el oír – el oír de la fe. Es recibido por fe solamente.

 

 

Peter Preaching

 

          El libro de los Hechos nos proporciona una ilustración práctica, de cómo el Espíritu se recibe únicamente por el oír con fe. A Pedro se le encomendó ir al hogar de un centurión romano y predicar el Evangelio a un grupo de gentiles. El apóstol alzó a Cristo y declaró: "... que todos los que en él creyeren, recibirán perdón de pecados por su nombre." Hech. 10:43. Y el registro añade inmediatamente: "Mientras aún hablaba Pedro estas palabras, el Espíritu Santo cayó sobre todos los que oían el discurso." Versículo 44. No hubo excepciones, todos los que oyeron con fe la palabra recibieron el Espíritu.

          Esto es igualmente cierto ahora. La palabra viene a nosotros diciendo: "Hijo, tus pecados te son perdonados." Mar. 2:5. "... hijos suyos por medio de Jesucristo... aceptos en el Amado, en quien tenemos redención por su sangre, el perdón de pecados según las riquezas de su gracia." Efe. 1:5-7. El Espíritu del Todopoderoso está presente en esta palabra para crear fe. Si nosotros recibimos esa palabra, entonces recibimos el Espíritu, porque todavía es cierto que el Espíritu cae sobre todo aquel que oye la palabra, no como la palabra de un mero hombre (como en Hechos 8:12-16), "sino según es en verdad, la palabra de Dios," 1 Tes, 2:13.

          Dondequiera que la palabra del Evangelio se predique, puede decirse: "Pues nuestro Evangelio no llegó a vosotros en palabras solamente, sino también en poder, en el Espíritu Santo..." 1 Tes. 1:5.

          No sólo al principio es impartido por fe, sino continuamente es impartido por fe – "se revela por fe y para fe." Rom. 1:17. "Por tanto, de la manera que habéis recibido al Señor Jesucristo, andad en él." Col. 2:6. Cualquier operación subsiguiente del Espíritu en la vida viene de la misma manera como en la recepción inicial.

 

          Resumen: El Espíritu Santo viene a los hombres en la palabra de Dios. Cualquiera que oiga (reciba y crea) el Evangelio, recibe el Espíritu Santo. Es recibido por la fe sola.

 

 

4. La evidencia de la recepción del Espíritu

 

          La palabra de Dios nos explica claramente cómo saber si hemos recibido el Espíritu de Dios. No nos dice que busquemos alguna evidencia espectacular. Recuerden las palabras de Jesús: "La generación mala y adúltera demanda señal." Mat. 12:39. La evidencia primaria del Espíritu es la fe – simple, no bulliciosa, no espectacular, fe evangélica.

          Cuando los creyentes corintios concibieron la idea de que las demostraciones espirituales de éxtasis eran de mayor valor, Pablo les señaló la supremacía de la fe: "Nadie puede confesar que Jesús es el Señor, sino por el Espíritu Santo." 1 Cor. 12:3, versión De Ausejo. Es como decir, las manifestaciones espirituales no son necesariamente una evidencia de que el Espíritu está obrando ("Hermanos, no seáis niños en el modo de pensar", 1 Cor. 14:20). La evidencia suprema del poder del Espíritu, es que un hombre caído y pecaminoso viene a confesar su fe en Jesús como el Señor y Salvador de su vida.

          La evidencia primordial del poder y la presencia del Espíritu se manifiesta en el hecho de que alguien que estaba en rebelión contra Dios, puede ahora exclamar, "Abba [querido] Padre".

 

            "Pues no habéis recibido el espíritu de esclavitud para estar otra vez en temor, sino que habéis recibido el espíritu de adopción, por el cual clamamos: ¡Abba, Padre! El Espíritu mismo da testimonio a nuestro espíritu, de que somos hijos de Dios." Rom. 8:15, 16.

 

          Juntamente con la fe, la esperanza es también la evidencia del don del Espíritu. Dice el apóstol: "Pues nosotros por el Espíritu aguardamos por fe la esperanza de la justicia." Gál. 5:5. "Y no sólo ella, sino que también nosotros mismos, que tenemos las primicias del Espíritu, nosotros también gemimos dentro de nosotros mismos, esperando la adopción, la redención de nuestro cuerpo. Porque en esperanza fuimos salvos; pero la esperanza que se ve, no es esperanza; porque lo que alguno ve, ¿a qué esperarlo? Pero si esperamos lo que no vemos, con paciencia lo aguardamos." Rom. 8:23-25.

          La fe mira hacia un pasado victorioso (a la obra de Cristo por nosotros en la cruz) y al presente (a la intercesión de Cristo por nosotros a la diestra de Dios). La esperanza mira hacia el glorioso futuro de la segunda venida de Cristo. – "Justificados, pues, por la fe... nos gloriamos en la esperanza de la gloria de Dios." Rom. 5:1, 2.

          La esperanza en la venida de Jesús en gloria es una evidencia de la presencia del Espíritu. Así como el Espíritu da fe para aceptar a Cristo como nuestra justicia, así también el Espíritu inspira esperanza en la consumación gloriosa del retorno de Jesucristo.

 

            "Aguardando la esperanza bienaventurada y la manifestación gloriosa de nuestro gran Dios y Salvador Jesucristo." Tito 2:13.

 

          Al don del Espíritu de Dios en esta vida se le llama, "las primicias del Espíritu." Rom. 8:23. En Efesios 1:14 se le llama "las arras" o la "prenda de nuestra heredad" (versión Nácar-Colunga). Este es un punto muy importante. Nuestra experiencia en esta vida siempre es incompleta. La vida no se completa dentro del proceso histórico. Nosotros nunca podremos encontrar satisfacción dentro de nuestra propia experiencia espiritual, porque aún en su mejor parte es solamente las arras, o el pago inicial, de lo que Dios tiene en depósito para nosotros. El Espíritu nos inspira para que gimamos, esperemos, deseemos, y prosigamos hacia la esperanza de recibir una medida del Espíritu no posible en esta vida mortal. Más allá de esta presente débil existencia nos aguarda "un cada vez más excelente y eterno peso de gloria." 2 Cor. 4:17. Mientras tanto andamos por fe (2 Cor. 5:7), sabiendo que aunque somos imperfectos e incompletos, Cristo mismo es nuestra plenitud (Col. 2: 10). Nuestro consuelo es Cristo y no nuestra propia experiencia.

 

Grapes

 

          La tercera evidencia del Espíritu es el amor. El amor (la palabra en griego es agapé) no es una experiencia extática ni emocional. No es "una sensación extraña en el estómago". Es un sagrado principio de la vida por el cual Dios y nuestros prójimos, en vez de nosotros mismos, llegan a ser el objeto de nuestra preocupación.

          Una preocupación absorbente por el gozo propio y la experiencia espiritual no es amor, porque el amor "no busca lo suyo". 1 Cor. 13:5. Encontrar satisfacción en sentimientos de éxtasis espiritual, muy lejos de ser la evidencia de la obra del Espíritu, es la evidencia de que el Espíritu no está obrando.

          El amor se manifiesta más bien en la paciencia y el dominio de sí mismo, en hacer el bien a otros. Pero más que nada no se revela en el experimentalismo, es decir el culto a la experiencia personal basada en el orgullo de haber experimentado un momento de exaltación. El experimentalismo es una forma de legalismo – la más sutil forma de legalismo. Pero el Evangelio recibido y creído permite que Dios sea reconocido como Dios y que el hombre sea hombre. Se reconoce la divinidad de Dios por cuanto establece la salvación solamente en la experiencia de Cristo (Isa. 53:12) y, por lo tanto, atribuye la salvación únicamente a la obra de Dios. Cuando el hombre entiende que sus obras o experiencias personales no le ganan la salvación, queda libre del interés egocéntrico y empieza a preocuparse por su prójimo. Es decir, el Evangelio permite que los hombres sean humanos. Aquellos que aceptan el Evangelio de su liberación en Cristo, hacen de su prójimo el objetivo de sus obras. Ellos obran para que todos los hombres vean algo del "misterio de la fe".

          Por supuesto que la naturaleza pecaminosa del cristiano siempre intentará intervenir. Se verá tentado a vivir por sus propias fuerzas y a hacer de sí mismo el centro de la misericordia y el amor de Dios. Este pecado no es evidencia de que no tiene el Espíritu. Pero el hecho de que uno lucha contra la carne y no anda conforme a ella es la más segura evidencia de que está peleando la buena batalla de la fe mediante la fuerza del poder del Espíritu. El amor no se mide por un arrebato de sentimientos alegres, sino por una disposición a conformarse a los mandamientos de Dios – con o sin sentimientos.

 

          Resumen: La evidencia de haber recibido el bautismo del Espíritu Santo es la fe, la esperanza, y el amor. Desde el punto de vista humano, éstas no son las gracias más espectaculares; pero a la vista del cielo son los milagros supremos de la gracia divina.

 

 

5. La señal del bautismo del Espíritu

 

          El bautismo en agua es la señal del bautismo del Espíritu. En el libro de Hechos vemos que el don del Espíritu fue asociado con el bautismo:

 

            "Pedro les dijo: Arrepentíos, y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de los pecados; y recibiréis el don del Espíritu Santo." Hech. 2:38.

 

            "Mientras aún hablaba Pedro estas palabras, el Espíritu Santo cayó sobre todos los que oían el discurso. Y los fieles de la circuncisión que habían venido con Pedro, se quedaron atónitos de que también sobre los gentiles se derramase el don del Espíritu Santo. Porque los oían que hablaban en lenguas, y que magnificaban a Dios. Entonces respondió Pedro: ¿Puede acaso alguno impedir el agua, para que no sean bautizados estos que han recibido el Espíritu Santo también como nosotros? Y mandó bautizarles en el nombre del Señor Jesús. Entonces, le rogaron que se quedase por algunos días." Hech. 10:44-48.

 

            "Dijo Pablo: Juan bautizó con bautismo de arrepentimiento, diciendo al pueblo que creyesen en aquel que vendría después de él, esto es, en Jesús el Cristo. Cuando oyeron esto, fueron bautizados en el nombre del Señor Jesús. Y habiéndoles impuesto Pablo las manos, vino sobre ellos el Espíritu Santo; y hablaban en lenguas, y profetizaban." Hech. 19:4-6.

 

          El bautismo de agua y en Cristo no son una iniciación deficiente que necesita ser suplementada por otro bautismo posterior. Jesús habló de la entrada de los hombres al reino de la gracia como un bautismo "de agua y del Espíritu." Juan 3:5. El mandó a sus discípulos a bautizar a los hombres "en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo." Mat. 28:19. Por lo tanto, el bautismo inicial es el bautismo del Espíritu Santo tanto como lo es el bautismo de Cristo. Y no se otorga con limitaciones, sino en abundancia. Dice el apóstol:

 

            "No por obras de justicia que nosotros hubiéramos hecho, sino por su misericordia, por el lavamiento de la regeneración, y por la renovación en el Espíritu Santo, el cual derramó en nosotros abundantemente por Jesucristo nuestro Salvador." Tito 3:5, 6.

 

          La iglesia de Dios no es como las grandes naves de pasajeros que tienen secciones para pasajeros de primera y segunda clase. En realidad, la iglesia es la única sociedad en el mundo que no tiene clases sociales. Pablo declaró lo siguiente a una comunidad de creyentes que se encontraban en peligro de hacer distinciones tales como "cristianos ordinarios" y "cristianos llenos del Espíritu": "Porque por un solo Espíritu fuimos todos bautizados en un cuerpo... y a todos se nos dio a beber de un mismo Espíritu." 1 Cor. 12:13. Otra vez dijo: "Un cuerpo, y un Espíritu, como fuisteis también llamados en una misma esperanza de vuestra vocación; un Señor, una fe, un bautismo." Efe. 4:4, 5.

          No existe tal cosa como cristianos ordinarios y cristianos llenos del Espíritu. Una de dos: o el hombre es un cristiano lleno del Espíritu o no es un cristiano (Rom. 8:9). Dios no da a unos pocos individuos una experiencia diferente de la que da al cuerpo. Hay un bautismo cristiano – y este es el bautismo de agua y del Espíritu Santo. Hay solamente un Evangelio; y este es un Evangelio completo. La Deidad es indivisiblemente una. El bautismo del Espíritu no es una experiencia más elevada que el bautismo de Cristo.

          Aunque el rito del bautismo es en sí mismo la señal de la recepción del Espíritu, no es una garantía del Espíritu. La señal no debe confundirse con la evidencia. Hay muchos que creen que son salvos al entrar a la iglesia terrenal participando de esta señal; pero el libro de registro celestial no siempre corresponde con el libro de registro terrenal. Participar de la señal aparte de la evidencia es hipocresía y blasfemia.

          Cuando decimos que la verdadera iniciación cristiana se realiza mediante el bautismo de agua y del Espíritu, no negamos que el Espíritu pueda venir en ocasiones posteriores para renovar la fe, para conceder poder especial para ciertas ocasiones, o para impartir dones especiales para cumplir con la comisión del Evangelio. Dios no está obligado, y el Espíritu puede revelarle como él lo disponga. Así como al inicio de la era cristiana un poderoso derramamiento del Espíritu en Pentecostés dotó de poder a los creyentes para su servicio, la Biblia enseña que la era del Evangelio no concluirá con menos poder antes de la venida del Señor. Esto es lo que los antiguos profetas llamaron "la lluvia tardía", y el tiempo de su derramamiento está próximo.

          El profeta nos exhorta, "Pedid a Jehová lluvia en la estación tardía." Zac. 10:1. Podemos hacerlo con confianza si entendemos que la obra del Espíritu es manifestar a Cristo y no a sí mismo; de hacernos Cristo-céntricos en lugar de centrarnos en nuestra propia experiencia. El Espíritu no habla de si mismo (Juan 16:13). Nosotros no conocemos su nombre. Su única misión es glorificar a Jesús y hacernos cada vez mas sensibles a nuestra propia pecaminosidad y dependientes de una justicia que está fuera y por encima de nosotros.

          La obra del Espíritu en nosotros no es un fin en sí misma y Cristo solamente el medio para alcanzar ese fin. Por el contrario, Cristo es el fin, y el Espíritu es el medio para alcanzarlo. La experiencia cristiana, aunque esté llena del Espíritu, no nos asegura el favor de Dios. La santificación del Espíritu no hace que el creyente alcance un grado mas alto, o que sobrepase la supremacía de la justificación. Verdaderamente, como alguien bien dijo, "La santificación es tomar la justificación en serio", y el Espíritu se nos otorga para ese propósito.

 

          Resumen: El bautismo en agua es la señal del bautismo del Espíritu. La Deidad es indivisible en su obra. Todos los miembros de la iglesia gozan de un bautismo y un Espíritu. La continuación de la obra del Espíritu no nos lleva a otra experiencia salvadora, pero nos reforzará y nos establecerá más firmemente en la verdad de la justificación por la gracia mediante la fe.

   

 

Flame

 

  6. La plenitud del don del Espíritu

 

          Durante el curso normal de esta vida solamente poseemos en nosotros las primicias del Espíritu. En Cristo tenemos la plenitud del Espíritu. Este es el mensaje del libro de Colosenses. Los cristianos en Colosas estaban perturbados por un grupo de hermanos que no estaban contentos con la vida común del cristiano de fe y esperanza. (El problema todavía existe en la iglesia. La naturaleza humana rechaza su debilidad, su pecaminosidad, y el saberse finito. No quiere soportar la realidad diaria de los platos sucios, los nervios desgastados, y una persistente lucha contra la carne.) Así, algunos de los colosenses promulgaban la búsqueda de una plenitud del Espíritu que los elevaría a tal éxtasis espiritual que podrían remontarse por encima de sus pobres y fatigados hermanos terrenales. (¿Qué cristiano no ha soñado con recibir un poder espiritual que lo libere de los tediosos conflictos de la vida?)

          De esta manera este grupo que preocupaba la "vida mas espiritual" buscaba una plenitud del Espíritu que transcendiera un "mero" gozo de Cristo y una "mera" justificación por la fe. Por supuesto, como sus aspiraciones iban más allá de la simple fórmula de "por la fe solamente", empezaron a practicar e imponer reglas y fórmulas de su propia invención. (Esto todavía se ve en libros modernos que se especializan en el subjetivismo – Secretos para una experiencia cristiana victoriosa – 10 pasos que lo demuestran, o, Preparación para el bautismo del Espíritu – 7 condiciones para recibirlo.)

          El apóstol Pablo demostró a los colosenses que esta preocupación por experimentar una vida espiritual superior a la de sus hermanos era nada menos que legalismo. Su respuesta a este grupo de "santificados" fue una magnífica exaltación de la persona de Cristo y la absoluta centralización de la fe de la iglesia en él. La palabra clave de Pablo es plenitud. Haciendo frente a los disidentes en su propio terreno, él demostró a la iglesia dónde se encuentra aquella plenitud – en Jesucristo únicamente. "... por cuanto agradó al Padre que en él habitase toda plenitud." "Porque en él habita corporalmente toda la plenitud de la Deidad. " Col. 1:19; 2:9.

          Como nuestro Substituto, Cristo no solamente rindió a Dios con la perfecta obediencia todo lo que nosotros le debíamos. Como hombre en nuestro lugar, recibió de Dios todo lo que Dios tenía para darnos y deseaba darnos. En Cristo, la humanidad ha recibido la totalidad de la vida de Dios. En él tenemos toda la plenitud de Dios. Por medio de la fe el cristiano lo posee todo y por medio de la esperanza aguarda la glorificación para experimentarlo en si (Rom. 8:17-25; Col. 1:27). Por eso dice Pablo, "Vosotros estáis completos [poseídos de una plenitud] en él." Col. 2:10.

          En este sentido el creyente lo tiene todo cuando acepta a Cristo como Señor y Salvador de su vida. El vive "como no teniendo nada, mas poseyéndolo todo." 2 Cor. 6:10. La fe abraza a Cristo y a esa plenitud en él; la esperanza aguarda pacientemente la herencia, sabiendo que la vida no está totalmente realizada aquí y ahora.

 

          Resumen: Durante esta vida solamente poseemos en nosotros las primicias del Espíritu. En Cristo tenemos la plenitud del Espíritu. Cuando él se manifieste seremos semejantes a él y nuestra experiencia será completa. Hasta entonces toda la plenitud de Dios la tenemos por fe, y la poseeremos en nuestra experiencia cuando Cristo, nuestra vida, se manifieste.

 

– Este artículo fue escrito por el editor anterior y aparece en Pregonero de Justicia Vol. 1 #1.

 

 

 

 

El tesoro divino

 

 

          Mientras estamos en el mundo nuestra salvación reposa en la esperanza. Se deduce que se conserva en la presencia de Dios, muy alejada de nuestros sentidos... La esperanza es un bien futuro y no presente, jamás está unida a una plena y evidente posesión... Mas ahora porque a Dios le ha parecido mejor guardar nuestra salvación encerrándola y apretándola en su seno, es provechoso en este mundo luchar, ser oprimidos, afligidos y gemir hasta languidecer como moribundos. Pues cuantos quisieran tener aquí su salvación visible le cierran la puerta, renunciando a la esperanza que es su guardiana ordenada por Dios. – pág. 215.

 

          Es un testimonio hermoso y evidente de amor inestimable que el Padre nos haya dada a su Hijo, para nuestra salvación... porque siendo El la prenda del amor infinito de Dios hacia nosotros, no viene a nosotros desnudo o vacío, sino lleno de todos los tesoros celestiales, para que aquellos que le posean tengan en El todo lo necesario para una completa felicidad. – pág. 224.

 

          De modo que la fe no debe jamás mirar hacia nuestra miserable e imperfecta debilidad, sino fijarse absolutamente sólo en la virtud de Dios, apoyándose en ella por completo; porque si ella se apoyase sobre nuestra justicia y dignidad jamás podría ascender para considerar la potencia de Dios. Y ahí está la disputa o examen de la incredulidad... al medir con nuestra medida el poder de Dios. – pág. 127.

 

          Por lo tanto, si la fe quita y suprime la gloria de las obras, de tal suerte que no puede ser predicada puramente si al mismo tiempo no despoja al hombre de toda alabanza, atribuyéndolo todo a la misericordia de Dios, se deduce que no existe obra alguna que nos ayude para obtener la justicia. – pág. 101.

 

 

John Calvin


– Este  artículo por Juan Calvino incluye párrafos escogidos de su comentario Epístola a los Romanos, Publicaciones de la Fuente , México, D.F., 1961, y aparece en Pregonero de Justicia Vol. 1 #1.